"Rio que corre entre piedras".
Las mañanas de los días
lluviosos,
hay un olor único casi imperceptible, entre los humores citadinos, el olor a barro en ciertas calles de adoquín, a tierra en otros, pero lo que más resalta es el olor a chapopote remojado, entre grietas y baches de la metrópoli.
Guadalajara a cambiado... de
aquella Guadalajara de antaño conocida como "La ciudad de las rosas" con casas
grandes con un patio central,en el una fuente y corredores ventilados con losetas
de barro.
Hoy del "Rio que corre entre
piedras" quedan reminiscencias de esas fincas y otras que desmoronan sus memorias en
el abandono y la lluvia, que azotan el adobe, gotas de pasado y recuerdos viejos.
Las casas de Guadalajara no son
las mismas de antes.
Hoy en pequeños terrenos habitan grandes familias sin corredores
ventilados, ni losetas de barro.
En aquellas viviendas cuyo
camino es Mariano Otero o López Mateos, el aroma a chocolate endulza el aire y
en la dulzura de la noche por esas latitudes de lluvia se inundan.
Paseos y caminos rumbo a Tlaquepaque,
Tonalá, Zapopan,Tlajomulco, es perfume de cítricos, barro, chile o tomate, valles
o barrancas, un aroma que no emborracha pero si estimula.